¡Hola! Acabo de abrir las puertas de mi mercadillo para dejarte otra cateta. Se trata de la palabra rebojo. No hablo de ese dulce propio de Zamora que, por cierto, está para chuparte los dedos, hablo del rebojo salmantino, es decir, de cada uno de los trocitos de pan que sobraban del día anterior y ya no se podían comer porque estaban duros como una piedra. Aquellos rebojos de pan no se tiraban. Habría sido una lástima. Se utilizaban para hacer sopas de ajo y el relleno del cocido, entre otras comidas que sabían a gloria bendita. En la actualidad es frecuente que nos ofrezcan sopas de ajo en los mejores restaurantes, pero las pidas donde las pidas, nunca acaban de saber bien. ¿Por qué? Sencillamente porque las hacen con pan reciente y las sopas de ajo hay que hacerlas con rebojos. El problema es que nos hemos vuelto tan “cultos” en la cocina que ya ni los nombramos. Hasta pronto.
¡Bienvenido a mi mercadillo! Aquí podrás encontrar palabras y expresiones salmantinas que la cultura mal entendida arrinconó por catetas. Me parece tan impropio de los que tenemos el don de hablar avergonzarnos de ellas, que hoy, para ponerlas en el lugar que les corresponde, abro este mercadillo. ¿Te gustaría ayudarme? Espero tu visita y, si quieres traerme un regalo, ya sabes lo que me gusta: una cateta de tu tierra. Seguro que tienes muchas. Y antes de irte, ojea mi periódico.
sábado, 11 de abril de 2015
Rebojo
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