¡Hola! Pasa y siéntate aquí, a la sombra, que por fin hace calor, y mientras descansas te presento una de mis catetas: No valer ni para atar una escoba.
¿Qué qué se decía con esta expresión? Pues que se estaba ante una persona sosa, parada, de poca iniciativa y ninguna decisión, o sea, que no valía ni para hacer lo fácil. Y dicho esto, adivino la pregunta: ¿Tan fácil era hacer una escoba que para llamar a alguien inútil surgió la expresión? Pues sinceramente creo que no, que hacer una escoba era todo un arte. Primero había que esperar a tener las plantas necesarias y luego cortar, seleccionar y preparar las ramillas que iban a utilizarse. Después, convertidas en varillas flexibles, había que ordenarlas minuciosamente para fijarlas al extremo de un palo, si la escoba era para barrer las casas, o a un mango, si la escoba era para barrer la calle, los corrales o la parva, con un trenzado que se remataba con un laborioso nudo. Pero era algo que todos sabían hacer muy requetebién, y como lo que sabemos hacer siempre nos parece fácil, dieron por hecho que las personas así no valían ni para atar una escoba.
Mil años hace que no oigo esta expresión y nunca la oí fuera de estos lares, pero teniendo en su construcción la palabra escoba, no va a permitir que la borren del mapa; por lo tanto, si lees algo que yo escriba, seguro que antes o después te la encontrarás, y no preguntes qué significa, que a por la respuesta, te mandaré al mercadillo.
¡Bienvenido a mi mercadillo! Aquí podrás encontrar palabras y expresiones salmantinas que la cultura mal entendida arrinconó por catetas. Me parece tan impropio de los que tenemos el don de hablar avergonzarnos de ellas, que hoy, para ponerlas en el lugar que les corresponde, abro este mercadillo. ¿Te gustaría ayudarme? Espero tu visita y, si quieres traerme un regalo, ya sabes lo que me gusta: una cateta de tu tierra. Seguro que tienes muchas. Y antes de irte, ojea mi periódico.