¡Hola! Bienvenido a mi mercadillo.
Me duele llamar catetilla a la palabra que traigo hoy: recuerdos, esos que ya
solo los raros les mandamos a los demás con alguien en un mensaje, en un
encuentro o a través del teléfono.
—¿Cómo están tus padres? Dales recuerdos
de mi parte.
Ahora lo habitual es enviar besos,
besos que no se dan, claro está, pero es tal la fiebre de besar que hasta en
los programas de radio y televisión los presentadores se despiden con besos de
los oyentes y televidentes. ¿Hay algo más ridículo? ¿A santo de qué viene esa
obsesión por besar sin besos incluso a quienes ni conocemos ni conoceremos
jamás? ¿Se sentirán mejores personas por manifestarse tan besuconas?
Esperemos que se pase la fiebre y dejemos los
besos para cuando corresponden: despedidas, recibimientos, encuentros que
alegran… y volvamos a enviar recuerdos, que es la mejor forma de demostrarle a
alguien que lo tenemos en nuestra memoria y le deseamos lo mejor del mundo, por
lo que si hay alguna palabra que no merece el olvido, es la palabra recuerdos.
Saluditos.