jueves, 8 de marzo de 2012

Espiga y espigar

¡Hola! Hoy vengo con dos catetas tan valientes que para los de casa no necesitan presentación: espiga y espigar.
La espiga era, es y seguirá siendo a juzgar por su buena salud, el dinero que en las bodas dan los invitados a los novios como regalo, y espigar, claro está, el hecho de darla.
Las llamo valientes porque ni la cultura ni la incultura han sido capaces de arrinconarlas. Al contrario. Nacieron en el pueblo, en el pueblo se criaron y en el pueblo vivieron y envejecieron, pero con los años, seguramente cuando las bodas dejaron de celebrarse en las casas para hacerlo en los hoteles de la ciudad, empezaron a viajar con tanta naturalidad que todavía hoy, en todas las bodas, absolutamente en todas, al final del banquete, los invitados desfilan ante la mesa nupcial para espigar y los novios, radiantes de felicidad, recogen la espiga.
¡Enhorabuena!
Añadir además que el conjunto de todas las espigas también es llamado la espiga.

martes, 6 de marzo de 2012

Ser de colmillo retorcido o tenerlo

¡Hola!
¿Te ha gustado alguna de mis catetas? Pues a ver qué te parece ésta: ser de colmillo retorcido y tenerlo, que con ambos verbos hacía buenas migas.
¿Que si quería decir lo mismo? ¡Ni mucho menos! Ser de colmillo retorcido era ser astuto, falso, de mal carácter y enemigo de dar confianzas; tenerlo lo tenían los que gracias a su experiencia no se dejaban engañar, manipular o convencer fácilmente. Tanto en un caso como en el otro se utilizaba en contra del aludido, para afear su conducta, nunca para alabársela. En el primer caso, siempre lo entendí, en el segundo, nunca. ¿Por qué el tener experiencia estaba tan mal visto? -me preguntaba de niña, y en cuanto fui mayor, encontré la respuesta: eran malos porque los que quieren engañar y no lo consiguen, los que quieren manipular y no pueden, los que quieren convencer de algo que no deben tienen por sistema transformar su defecto en virtud y las virtudes de los otros en defectos. Así éramos los seres humanos, así somos y seguiremos siendo. Por lo tanto y hasta que las personas no cambiemos, seguiré usando esta expresión con ambos verbos, pero eso sí, con el verbo tener para las personas difíciles y con el verbo ser para las experimentadas.