jueves, 31 de marzo de 2022

Dar un cuarto al pregonero

¡Hola! Aquí estoy, con otra catetilla: dar un cuarto al pregonero, que significa divulgar algo que se debería tener callado, es decir, propio de cotillas, de chismosos. Acabó utilizándose en sentido peyorativo “Si no quieres que se sepa algo, no se lo digas a nadie, ya sabes que en todos los grupos hay amigos de darle un cuarto al pregonero”, pero el origen de la frase es muy distinto.

 

Seguro que los que vivieron la infancia en los pueblos recuerdan al alguacil: el vecino que por un par de duros, o lo que fuera, que pagaba quien solicitara el servicio recorría el pueblo trompetilla en mano para avisar de que el pescadero había llegado a la plaza, de que tales días iba el veterinario a reconocer las lenguas en épocas de matanzas, de que de tal a tal día tendrían que acudir al ayuntamiento los obligados a pasar revisión de la cartilla militar, de que a partir de tal día se podía pasar por la iglesia a comprar la bula cuando llegaba la Cuaresma, etc., etc., etc. Si el alguacil no estaba, iba la mujer, que para todos era la alguacila. El último alguacil que yo me encontré echando un pregón fue en un pueblo de Burgos, de esto hace más de veinte años, y ya nos pareció algo raro; anunciaba que había llegado  un vendedor ambulante a la plaza con pollos y pollas nuevas. Pero hay que decir que la figura del alguacil data de muy antiguo. Para quien quiera saber más, al final dejo su historia. Entre otras cosas descubrirá por qué unas veces se dice dar un cuarto al pregonero, otras dos y otras tres.

 

Feliz lectura.

 

Dar un cuarto al pregonero, dar dos cuartos al pregonero, dar tres cuartos al pregonero: difundir, propagar o divulgar alguna cosa o algún asunto que debería mantenerse en secreto. Un cuarto, moneda de cobre equivalente a cuatro maravedíes, era el sueldo que percibía un pregonero por hacer su trabajo: recorrer calles y plazas anunciando lo que quien pagaba había encargado. El de pregonero era un oficio público, casi siempre auspiciado por la judicatura o las alcaldías.

 

La clásica figura del pregonero era el empleado público que se encargaba de vocear en diversos lugares de la localidad los acuerdos y disposiciones municipales, también daba noticias y avisos de interés público, a veces, contratados por los vecinos comunicaban la venta de productos o de objetos.

 

La figura del pregonero o portavoz ambulante de noticias existe desde hace mucho tiempo, incluso se lo registra en la época de los romanos.

 

En España, se sabe que existían pregoneros por lo menos desde el siglo XV y además tenían la particularidad de estar divididos en tres clases: los oficiales, que estaban al servicio de la Administración; los heraldos, que marchaban delante de los nobles anunciando el paso de estos, y los voceadores mercantiles que, por encargo de cualquier vendedor, pregonaban los artículos y servicios más diversos. La tarifa usual de estos últimos era un cuarto, moneda de cobre que equivalía a cuatro maravedíes, es decir, alrededor de tres céntimos de peseta, de manera que dar un cuarto al pregonero significaba pagar los servicios de ese oficial público para que difundiese, en voz alta, cualquier tipo de noticia.

 

Podemos decir dar un cuarto, dos cuartos o tres cuartos al pregonero, porque, según la época, la retribución del pregonero iba subiendo como la misma vida.

 

Los pregoneros tienen su origen en aquellos empleados públicos subalternos de la época romana, llamados "praecones", que tenían como misión convocar a las centurias y a las tribus para que asistieran a los comicios, convocar a las reuniones del Senado, anunciar ventas en subastas e imponer silencio en las asambleas y ceremonias.

 

Antecesores de los pregoneros fueron los heraldos que convocaban las asambleas de los jefes o generales, imponían silencio a la multitud antes de que hablaran los reyes; se servían de la tuba o trompeta para llamar la atención del acontecimiento que iba a comenzar.

 

Y ahora Alfred López, el listo que todo lo sabe, nos complementa la información:

 

De todos es conocido el oficio de pregonero, un empleado público que se encargaba de difundir de viva voz las noticias importantes (bandos municipales, leyes, dictámenes reales… ) que afectaban a los ciudadanos.

 

Era común que éstos también realizasen, por encargo de particulares que se lo solicitaban, la divulgación de cualquier tipo de noticias (bodas, bautizos, fallecimientos, ventas de terrenos…), tras percibir por ese trabajo una remuneración que solía ser de una moneda de un cuarto; la cual equivalía a cuatro maravedís de vellón y que fue acuñada a partir del siglo XIV, estando en vigencia hasta el XIX.

 

La propagación de noticias por parte de los pregoneros, tras recibir un pago, rápidamente se equiparó coloquialmente con el acto de difundir chismorreos, naciendo la expresión: ‘Lo mismo es decírselo a Fulanita, que dar un cuarto al pregonero’, con el sentido de que según qué le contabas a determinada persona, conocida por su indiscreción (normalmente una cotilla y/o chafardera), era lo mismo que encargar que fuese difundido por el pregonero a cambio de una moneda.