miércoles, 22 de marzo de 2023

Aleluyas

¡Hola! Bienvenidos a mi mercadillo. Aquí estoy, con otra catetilla: aleluyas, que se usa con el sentido de exageraciones, excusas, y siempre en plural. Fijaos en esta anécdota que pudo costarle la vida a quien nos la cuenta.

 

De pequeño no me gustaba nada ir a la escuela. Para que mi madre no me obligara todas las mañanas me levantaba con un dolor. El dolor nunca era en el mismo sitio pero siempre era igual de intenso. La cosa empezó a funcionar bien, pero mi madre no tardó  en darse cuenta de que lo que tenía eran aleluyas, y de nada me servía fingir, aunque no dejé de intentarlo. Un día me levanté con un dolor a un lado que no me dejaba ni andar pero, o me iba corriendo a la escuela, o mi madre me dejaba sin aleluyas a zapatillazos, que era con lo que me amenazaba siempre. Antes de salir al recreo la maestra me llevó a casa: “Mételo en la cama y llama al médico, que hoy no es cuento, está malo de verdad”, dijo. Y mi madre corrió a buscar al médico, y el médico corrió a mandarme a la ciudad, y en el hospital dijeron que tenían que operarme urgentemente del cólico miserere.

 

 Otro día contaré qué enfermedad era ésta por si alguien lo ignora o no lo recuerda. De momento sólo añadir que no volví a inventarme enfermedades para conseguir algo por si las moscas.

 

Enviado por Tomás. ¡Gracias!

 

Hasta pronto.