miércoles, 3 de marzo de 2021

Parlárselo

Hola! Bienvenidos a mi mercadillo. Aquí estoy, con otra catetilla: parlárselo. Pero hoy no seré yo quien explique su significado, lo hará uno de mis poetas preferidos: Gabriel y Galán. ¡Ni más ni menos! Y para saberlo habrá que llegar al final de este hermoso poema suyo.

 

El don juan

  

Amo, de aquella cuestión

 

de ayer, pues ya me atreví.

 

-¡Gracias a Dios, cobardón!

 

¿Y qué te dijo?

 

-Que sí.

 

-¿Ves, Jenaro? Si te dejo

 

no llegas nunca a animarte

 

y te me mueres de viejo

 

con las ganas de casarte.

 

Me gusta la valentía.

 

Y la lengua, ¿se enredó?

 

-Pues, mire usted, yo creía

 

que iba a ser más; pero no.

 

Y eso que al dir a empezar,

 

por mucho que porfié,

 

pues no me pude acordar

 

del emprencipio de usté.

 

-¡Por vida de!... ¿Y qué jinojos

 

hiciste entonces, Jenaro?

 

-Pues, nada, cerrar los ojos

 

y dir p'adelante.

 

-¡Pues claro!

 

Cuando se ignora, se inventa.

 

-¡Pues ese fue el aquél mío!

 

Me tuve que echar la cuenta

 

que se echa el hombre perdío,

 

y como un eral cerril

 

arremetí con alientos,

 

porque ya, preso por mil...

 

Pues preso por mil quinientos.

 

No es más que mientras se empieza.

 

Yo cuantis que me corté,

 

pues na más de mi cabeza

 

cuasi todo lo saqué.

 

-¡Bien hecho! ¿Y le gustaría

 

bastante más que lo mío?

 

-Yo le dije asín: «María:

 

dirás que a qué habré venío».

 

-¿Y qué te dijo?

 

Que hablara.

 

Ella abajó la cabeza

 

y se le puso la cara

 

lo mesmo que una cereza.

 

A mí también se me ardía,

 

la verdá se ha de decir;

 

pero le dije: «María:

 

¿sabrás que tengo un sentir?»

 

-¡Bien dicho! ¿Y no te comieron

 

porque hiciste esa pregunta?

 

-No, pero se me pusieron

 

todos los pelos de punta.

 

Yo cuasi que no veía,

 

la verdá se ha de decir;

 

pero le dije: «María:

 

sabrás que tengo un sentir.»

 

Cuasi que me han obligao

 

-le dije- a venir acá,

 

que yo bien retuso he estao

 

por mó de la cortedá;

 

pero el amo que sabía

 

mi sentir, pues ayer tarde

 

mesmamente, me decía:

 

«Jenaro, ¡no seas cobarde!

 

La moza es poco fiestera

 

y poco aparentadora,

 

y no es moza ventanera

 

y es árdiga y vividora.

 

Y luego, es bien parecía,

 

y es callaíta y prudente,

 

y es honesta y recogía

 

y viene de buena gente...

 

Anda con ella, comienza

 

mañana a la noche a dir,

 

que a cuenta de la vergüenza

 

te la dejas escurrir...»

 

Pues sobre aquello volviendo

 

del sentir que te decía,

 

sabrás que te estoy quisiendo

 

ya hace tres años, María.

 

Siempre he andao negativo

 

dejándolo pa dispués,

 

y na más es a motivo

 

de lo corto que uno es.

 

Y asín me estaba, me estaba,

 

aguantándome el sentir,

 

a ver si se me pasaba,

 

la verdá se ha de decir.

 

Y hate cuenta que cada año

 

pues más me reconcomía,

 

hasta que ya dije hogaño:

 

¡Habrá que estar con María!

 

Porque en habiendo un querer,

 

la verdá se ha de decir,

 

ni cuasi puedes comer

 

ni cuasi puedes dormir.

 

Y no es el decir que uno

 

esté encitando el pensar,

 

porque yo creo que nenguno

 

quedrá siempre asín estar.

 

Es na más que te aficionas

 

y que pierdes la chaveta

 

en cuantis que una persona

 

por los ojos se te meta.

 

Y que ya nadie te apea

 

ni te hace volver atrás

 

y llevas aquella idea

 

por andiquiera que vas.

 

Pues un querer derechero

 

como el corazón te ablande,

 

es igual que un abujero:

 

cuanti más le hurgas, más grande.

 

-¡Caramba! ¡Muy bien, Jenaro!

 

Y ella entonces te diría...

 

-A lo primero, pues claro,

 

dijo que ya se vería.

 

Pero dispués, ya ve usté,

 

la gente se va atreviendo.

 

Yo le dije: «Volveré»

 

Y ella me dijo: «Vay viniendo».

 

-Vamos, sí, que habrá casorio.

 

-De eso entá no hemos tratao.

 

Sólo el parlárselo..., ¡Corio!,

 

¡más vergüenza me ha costao...!

 

Gracias por la visita.