martes, 18 de septiembre de 2018

Pitera

¡Hola! Si no tienes prisa, espera un momento, corrigiendo uno de mis libros inéditos me encuentro con una catetilla candidata a ocupar un lugar en este mercadillo y quiero presentártela. Copio el párrafo.
 
    Una noche ocurrió un percance que puso punto final a los juegos nocturnos. Tarri preparaba la cena ajena a los juegos del padre y de la hija. Bella Luna tropezó con una piedra y al caer al suelo se le clavó en la cabeza una de las esquinas del poyo.  La pitera apenas sangró, pero lloró del susto. Tarri corrió a auxiliarla pero Bella Luna ya estaba tranquila entre los brazos de Ñoto, lo que no evitó su furia.

   Pues está claro: se trata de la palabra pitera que, como se dice en el texto, es una brecha en la cabeza que se produce por un golpe y que mucho o poco sangra. ¿Qué niño no se ha hecho una pitera? Seguro que ninguno se ha librado de alguna, ni siquiera los niños de hoy, pero ya nadie se hace piteras, ahora se hacen heridas, con lo que de entrada no sabemos si el niño, por travieso, se ha roto la cabeza, el culo o alguna de las rodillas.

  Gracias por quedarte.

Poyo

¡Hola! Encantada de recibirte. ¿Recuerdas qué es un poyo? Pues eso que estás pensando si la infancia te queda lejos: un banco de piedra o de cemento pegado en la pared. Seguro que de niño los vistes en las puertas de todas las casas de los pueblos. Unas tenían uno a la derecha; otras, a la izquierda; y otras uno a cada lado. Pero en pocas faltaba el poyo donde en las noches de verano los vecinos se sentaban a tomar el fresco, a charlar amigablemente de sus cosas y a poner verde al que estuviera ausente, que no todo en los pueblos eran buenas intenciones como hoy quieren hacernos ver los que nunca vivieron en ellos.
     Pero de cualquier forma el poyo era un elemento importante y tiene más que merecido su espacio en este mercadillo.
    Saluditos.